jueves, 3 de noviembre de 2011

DEDICATORIA


A la gracia de los momentos mundanos.
A la orgía de los enemigos en tazas de té.
A la madre-niña que me ama con cicatrices.
Al padre que llueve y me hidrata.
A la princesa que colecciona dragones.
A la hada que oculta sus alas para resistir.
A mi Dr. Cuauh y sus látigos de orbe.
A la otra madre y su chispa de tuétano.
Al extraterrestre de Centro América.

Al Delirium Tremens de la pata de palo.
D. B.

1 comentario:

  1. Ciñe sus sienes, enajenada y disconforme, aunque llena de impotencia y dolor, con misteriosa soltura… quizá nadie puede darse cuenta. Imagino su rostro, con tinte verde; en sus labios y ojos, un guiño descorazonado, mientras en su mano pululan sentidos tan hidrópicos como su imaginario, tan eternamente onírico y su lenguaje médicamente metafórico…
    Pasa desapercibida entre el metanol y el éter; entre trozos de especimenes cosidos por abundante formol y rígidos cerebros, que parecen deshilar ideas... sin sentido.
    Deambula angustiada entre una clase de anatomía, semiología o morfología —que más parecen leños caídos— y ese olor a formol que desdibuja las ideas. Sus versos caen como lágrimas verdes en su cuaderno.
    Como si con la culpa en el plexo, necrosara versos…

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