A la orgía de los enemigos en tazas de té.
A la madre-niña que me ama con cicatrices.
Al padre que llueve y me hidrata.
A la princesa que colecciona dragones.
A la hada que oculta sus alas para resistir.
A mi Dr. Cuauh y sus látigos de orbe.
A la otra madre y su chispa de tuétano.
Al extraterrestre de Centro América.
Al Delirium Tremens de la pata de palo.
D. B.
Ciñe sus sienes, enajenada y disconforme, aunque llena de impotencia y dolor, con misteriosa soltura… quizá nadie puede darse cuenta. Imagino su rostro, con tinte verde; en sus labios y ojos, un guiño descorazonado, mientras en su mano pululan sentidos tan hidrópicos como su imaginario, tan eternamente onírico y su lenguaje médicamente metafórico…
ResponderEliminarPasa desapercibida entre el metanol y el éter; entre trozos de especimenes cosidos por abundante formol y rígidos cerebros, que parecen deshilar ideas... sin sentido.
Deambula angustiada entre una clase de anatomía, semiología o morfología —que más parecen leños caídos— y ese olor a formol que desdibuja las ideas. Sus versos caen como lágrimas verdes en su cuaderno.
Como si con la culpa en el plexo, necrosara versos…